Golpe franco
Susto monumental en La Gayola, por Juan Cruz Ruiz
La crónica: Susto y remontada en Valladolid
Ter Stegen, el regreso amargo del capitán

Lamine se intenta escapar de un rival este sábado en Zorrilla. / R. García / EFE


Juan Cruz Ruiz
Juan Cruz RuizPeriodista y escritor
Periodista y escritor
Cuando Ter Stegen estrenaba salud encajó un gol en el Nuevo Zorrilla. A mi lado, en La Gayola, el bar futbolístico más representativo de la Avenida de Mayo de Buenos Aires, había un muchacho indiferente que siguió el juego como si estuviera ante cualquier acontecimiento de los que a diario ocurren en este país extraordinario: un partido de fútbol.
En realidad, esa contingencia, la posible derrota, ponía sobre el tapete del colista de LaLiga el futuro del club que ahora más aman los que antaño jaleaban los mismos colores que llevaba Messi. Ahora Messi no está en el Barça, pero aquí se han empeñado en compararlo ya con Lamine Yamal, de modo que lo esperaban en la cancha, precisamente, como agua de mayo.
Las contingencias del juego les abrió muy pronto una sustitución que recayó, para felicidad de los argentinos que lo aman y para el propio futbolista del Barça, en Lamine Yamal. El juego alcanzó una enorme intensidad, que animó a los parroquianos a juntarse en torno al Barça y al futbolista que rejuvenece a Messi.
El fin del mundo
De pronto, el dúo que conforma la estrella azulgrana y aquel que ahora parecía polvo de estrellas se abrió a una nueva realidad: luchar por la victoria frente al colista. El Barça tiene, en la historia, estos inconvenientes: el portero que parecía la salvación había tropezado, el delantero por el que suspira el mundo no estaba en el campo, así que había que esperar que todo lo que ya no se podía ganar, porque el 1-0 parecía una goma de pegar, fuera obra del ahora tan amado porvenir encarnado del Barcelona.
Viví estos ratos inciertos como si el fin del mundo, que conocí cuando el Benfica destruyó las ansiedades del Barça en el fracaso de su primera Copa de Europa, estuviera acechando al equipo azulgrana. Viví esos momentos como si de pronto LaLiga se enquistara en el porvenir y le diera al Barça de Pedri, tan empeñado, y de Fati, tan voluntario como cuando empezó a ser la esperanza que fue, la posibilidad de generar lo que tan fácil le resultó al Valladolid cuando el estadio que amaban Miguel Delibes y Concha Velasco soñaba con esa victoria para un día.
Y en esto llegó Raphinha y mandó a parar. Como solía hacer Messi cuando no había nacido Lamine. Un susto enorme. Un partido que explica que nada está terminado hasta que el se fútbol acaba. Es decir, cuando deja de jugar Lamine y se va al vestuario.
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