Leo el último libro de poemas de Eloy Sánchez Rosillo, Venir desde tan lejos. Lo publica Tusquets. En tantos versos y en el conjunto entero encuentro la sabiduría prefinal y vibrante de quien conoce bien de qué va ya esto de la vida. Eloy tiene 77 años. Este volumen llegó a casa en un sobre amarillo días antes del caos irresponsable del apagón español, más o menos dos semanas después del paredón de aranceles dispuesto por Trump, también entre noticias de nuevos crímenes en el genocidio ordenado por Netanyahu en Palestina y además cuando casi nadie le ve final a la invasión de Rusia a Ucrania. Quiero decir: los poemas de Eloy Sánchez Rosillo salen de un hombre de nuestro tiempo, con los desconciertos de ahora, con lo acumulado de la experiencia como punto de amarre y con la misma desconfianza en esta mierda de presente inmediato que tenemos. Y, sin embargo, dan cuenta de otra manera de habitar el mundo. De una manera de estar aquí que importa más y parece que pesa menos. De otra manera de estar solo que es la suya. Y es la nuestra. Y es, seguramente, más verdad.
Algunos libros tienen la condición de caer bien en el momento exacto. Este es uno de ellos. Y lo es porque habla de la aventura de un hombre en la vida, apenas esto. De la confusión y de la soledad. De la nostalgia y de los placeres sencillos (casi hoy placeres prohibidos). Da cuenta de aquello que de un hombre o una mujer no siempre se ve por fuera: sus sospechas, sus demonios, el miedo y el amor, el desasosiego, el mirar estupefacto, la conciencia de ser feliz cuando se ha sido, la soledad tarde o temprano, los sueños y la apretada sombra de ser viejo. "No sé lo que ha ocurrido./ Transcurrieron los años. Todo empieza y acaba./ Tanta ilusión y tanto limpio empeño./ Mi vida ha sido larga, pero qué corta ha sido".
Y es que la poesía -la poesía, eso es, en medio de tanta basura alrededor- trae en ocasiones una tregua de sombra con la vida. A veces basta con alguien que escribe sobre un folio unos versos de misterio o claridad en los que detenerse. Y en los que hacerse sitio como quien se cobija. Y donde hallas eso mismo que sientes o sospechas: que tal ruido infame, para qué. Y tanta mascarada si nadie escapa de acabar como se acaba en esto. Y que la soledad terrible de los que no quieren estar solos también es tuya. Y por eso el desdén contra la absurda velocidad (o será prisa) de un tiempo de comparsas de la nada. En este viernes que parece, como ayer jueves, como el pasado martes, como el domingo próximo, tan histórico, tan determinante, no es mala aventura detenerse en un libro -"sentir es conocer, tener contigo"- y tener contigo, de tu parte, un poco de tiempo, de silencio, de demora; un poco de ese algo del poema donde todo se concreta en lo que importa, en lo pequeño.