OPINIÓN
Tribuna

En defensa de la supervivencia del modelo democrático de Europa

La Unión Europea debe incrementar los vínculos con las pocas democracias que aún quedan en Asia, Oceanía y América y ganar capacidad de disuasión para resistir la ola de autocratización

En defensa de la supervivencia del modelo democrático de Europa
Javier Olivares
Actualizado

Desde la llegada al poder de Trump, son demasiadas las cuestiones que nos tienen expectantes, entre ellas el futuro de la seguridad de Europa, que aparece en los primeros lugares. Nos aproximemos al problema desde la lente que lo hagamos todo conduce a conclusiones semejantes: la Unión Europea necesita capacidad de disuasión para poder tener capacidad de negociación. Ello requiere asumir el gasto que tal empeño supondrá; sin embargo, no faltan voces que aseguran que todo este reclamo es una exageración que nace de la ficción de que alguien nos pueda atacar. Tratando de mover la lente a otro marco explicativo que aporte luz sobre la complejidad del escenario actual me enfocaré en los tipos de regímenes políticos que rodean a Europa -o de los que ha sido aliada tradicional en otros continentes- para entender las complejidades de su futuro papel en el mundo y el desafío que ello le pueda suponer para la pervivencia de su modelo democrático.

En círculos académicos, desde hace al menos 15 años, se entiende que estamos insertos en la tercera ola de autocratización. La autocratización, en pocas palabras, puede ser entendida como un proceso de cambio opuesto a la democratización. Los principales índices de medición de la democracia -Democracy Index, Bertelsmann Transformation Index (BTI),Varieties of Democracy (V-Dem) y Freedom House- nos advierten de un constante crecimiento de la ola -por seguir con la metáfora, estamos cerca del tsunami- y del peligro que supone tanto a escala global como para las pocas democracias plenas que quedan en el planeta. Así, según el último informe de Democracy Index (2024), de los 167 países que evalúa solo habría 25 democracias plenas y 46 democracias defectivas -tendrían algún tipo de «defecto», pero sin perder las características esenciales de la democracia-. El resto serían regímenes híbridos (36) -entendiendo por tales los que tienen una mezcla de características democráticas y autoritarias- y regímenes autoritarios (60). De las 25 democracias plenas, 17 son países europeos y 13, miembros de la UE. De las 46 democracias defectivas, 10 son miembros de la UE. Quedaría Rumanía que en el informe de 2023 aparecía como democracia defectiva y en 2024 ha descendido a primer país del bloque de regímenes híbridos. Con estos datos apreciamos de inmediato que una buena parte de las democracias plenas del mundo se encuentran en la UE.

Si nos detenemos en el dibujo que nos ofrecen el resto de los índices de democracia, el panorama no es más halagüeño. Así, el informe de Freedom House de 2024 advierte de que si las democracias no trabajan juntas, los regímenes híbridos y los autoritarismos prevalecerán, y en su informe de 2025 señala que las libertades globales han seguido empeorando. Igualmente, BTI avisa en su informe de 2024 del terreno que están ganando las autocracias. Para V-Dem el mundo tiene ahora 88 democracias -liberales o plenas y electorales (más o menos el equivalente a las defectivas del Democracy Index)- y 91 autocracias (electorales y cerradas), siendo la cifra más alta de autocracias desde el año 1978. Para V-Dem, las democracias liberales suponen menos del 12% de la población mundial. Para Democracy Index, las democracias plenas serían el 6,6% de la población mundial. En esencia, miremos el índice que miremos, todos están poniendo el acento en la misma cuestión: la erosión de las democracias (pérdida de derechos y libertades públicas, concentración del poder, manipulación de elecciones...) y el incremento veloz del número de autocracias.

Así las cosas, el panorama de los vecinos cercanos a las fronteras de la UE no es muy benévolo. Rusia está clasificada como autocracia electoral por V-Dem, y como autocracia cerrada por BTI y Democracy Index. Bielorrusia, su país más fiel, está también considerada una autocracia. En Oriente Medio, que se estudia como una excepcionalidad de resiliencia autoritaria, los dos países que se consideraban democracias defectivas, como Turquía e Israel, han vivido, y viven, un proceso de erosión. Turquía, calificada como un ejemplo en el mundo musulmán durante la que se conoció como su etapa dorada (2002-2007), hoy día es una autocracia electoral, e Israel se encuentra en un proceso importante de erosión democrática y no está muy lejos.

En el Norte de África, Túnez, el único país que transitó a la democracia después de la Primavera Árabe, inició un proceso de autocratización en 2019. En el resto de la región, viene de largo su conformación por regímenes autoritarios o autocracias electorales como Marruecos. Además, en África la UE ni está ni se le espera. África se ha convertido en el huerto de recursos naturales de las autocracias de China y Rusia, incluso, aunque con menor presencia, de Turquía. Ello sin olvidar que Rusia, en su hoja de ruta por desestabilizar el Sahel, apoya a los gobiernos golpistas de Mali, Burkina y Níger. No olvidemos el riesgo, en términos de flujos migratorios descontrolados, que pueda afectar al sur de Europa, con España e Italia en su epicentro.

Al otro lado del Atlántico, EEUU -aliado defensivo tradicional de Europa desde la I Guerra Mundial- se encuentra en proceso de declive democrático, e incluso al borde de una crisis constitucional en la que se están viendo amenazados los frenos y contrapesos al poder presidencial. Lamentablemente las autocracias se arman intensamente. Rusia es una potencia revisionista que se ha rearmado y mejorado sus capacidades en los últimos 10 años; algo que también sucede en el flanco sur con Marruecos y Argelia en su pugna por la hegemonía regional. También, las potencias de Oriente Medio han aumentado sus capacidades para conseguir cierta autonomía estratégica: Turquía, Arabia Saudí, Irán e Israel. Incluso China está de lleno en la carrera armamentística.

Pero sin duda lo más preocupante es que estas autocracias colaboran e interaccionan entre sí aumentando la densidad de sus vínculos comerciales, políticos, sociales, culturales y diplomáticos, con la declarada vocación de servir de contrapoder al «imperialismo de Occidente y a un orden global que no les representa». No olvidemos que mientras que la teoría de la paz democrática defiende que las democracias son reticentes a hacerse la guerra entre ellas, ya hay estudios -aunque resta trabajo empírico por acometer- que apuntan que la autocratización podría incrementar el número de conflictos armados o al menos allanar el camino para los mismos.

Con este panorama de regímenes no democráticos que circunda Europa -ello sin entrar a valorar los casos que ya están dentro de las fronteras de la UE: Hungría y Rumanía- y que se encuentran inmersos en un rearme acelerado, ¿qué salida tiene la UE para conservar su modelo de convivencia y del que se ha disfrutado desde la II Guerra Mundial?

Lo que aquí se está dirimiendo no es que se vaya a producir un conflicto directo con algún país vecino o que sea necesario entrar en una desbocada carrera armamentística, sino en alcanzar una autonomía estratégica que supla el vacío que pueda dejar EEUU después de décadas viviendo bajo su paraguas de seguridad mediante la OTAN como herramienta. Si deseamos que la UE conserve su modelo de convivencia democrático y las ventajas que ello supone, se deberían, al menos, tener presentes un par de consideraciones respecto del panorama con el que debe lidiar: (i) La UE debe, en su dimensión interna, colaborar más si cabe, e incrementar en todos los aspectos (económicos, políticos, culturales, académicos...) los vínculos con las pocas democracias que quedan en Asia, Oceanía y América; ello aumentará la resiliencia y la calidad democrática de la respuesta. (ii) Ganar en autonomía estratégica conlleva aparejada una mayor capacidad de disuasión. Ello le arrogaría prestigio y respeto para poder sentarse y liderar en las mesas de negociación para las distintas cuestiones que se deban dirimir. Pero pretender estas cosas sin un músculo militar que las respalde, parece una tarea compleja en las actuales circunstancias.

Marién Durán es profesora de Ciencia Política en la Universidad de Granada