Es relativamente sencillo perderse en la marea de nombres que componen el ecosistema tecnológico español. Entre startups, scaleups y unicornios, gestoras de fondos, ferias, premios, rondas y gurús, uno podría pensar que el paisaje es uniforme, previsible y aburrido. Aunque a veces ocurre que los discursos, plagados de anglicismos como los que definen a este tipo de empresa, de la jerga heredada de las escuelas de negocios y de expresiones de moda como top (lo más), sí que encierran un trasfondo. Así sucede cuando al otro lado de la mesa se sienta Rubén Ferreiro, CEO de Viko y socio director de Lanai Partners.
Viko funciona como una factoría de negocios en torno al e-commerce y el marketing digital, aglutina a siete empresas actualmente (más una octava cuya adquisición se anunciará en breve), facturó 21 millones de euros en 2024 y emplea a 252 personas. Lanai opera en la industria del venture capital, dispone de tres vehículos de inversión (el tercero, dotado con 25 millones, es de largo el más cuantioso e incluye por primera vez dinero institucional), está especializado en fases tempranas alrededor de proyectos digitales pero sin acercarse al deeptech y ya incluye en su tercer capítulo seis apuestas: Mellow, Great Little People, Puntopost, Kloutit, Anything y Kalipso.
Con sede en Barcelona, Viko es un actor veterano desde la perspectiva de la nueva economía. Su andadura comienza en 1999 con una estructura que denota cohesión, un poco como si el entrenador del equipo fuese Arrigo Sacchi. Para probarlo, basta describir someramente la misión de cada una de las firmas integradas en su disciplina. Elogia es una agencia de marketing digital volcada con el e-commerce. M4C actúa casi como un medio de comunicación en torno a la misma temática, atrayendo a través de su blog y su newsletter, según Ferreiro, a la mayor comunidad hispanoparlante. La misión de Candee consiste en identificar el talento digital. Kraz desarrolla como consultora proyectos de IA, big data y data science para clientes con necesidades específicas. Elev8 cubre el flanco de la formación digital. Optopus optimiza las fichas de producto de los e-commerce para mejorar las cifras de conversión. Y Kaibos lanza marcas nativas de Amazon con clientes B2B.
Este listín propicia ya dos preguntas. Una hace referencia al talento, objeto de tremendas batallas entre compañías conscientes de que el verdadero poder diferenciador está en la materia prima. "El recurso escaso es el candidato, no el empleo, por eso lo colocamos por encima de cualquier otro elemento –explica Ferreiro–. Hasta ahora eran las empresas las que seleccionaban a los candidatos. Las hard skills (conocimientos técnicos) eran muy relevantes. Pero de repente irrumpe la IA y la cuestión pierde importancia, porque un agente de IA podrá hacer mucho más que cualquiera de nosotros. Así que la partida se reformula y ahora entran en juego las soft skills: la empatía, la capacidad de comunicar, el liderazgo. Son esas características las que propician una buena atmósfera en la oficina" y, por lo tanto, la cohesión rocosa de Sacchi y la continuidad del proyecto.
La segunda cuestión permite al emprendedor/inversor gallego analizar la mutación operada a lomos de la inteligencia artificial, "un cambio que se percibe a menudo como una amenaza. Hay que demostrar que esta herramienta puede mejorar la forma de trabajar. En el corto plazo, adoptar la IA penaliza bastante: hay que probarla y se generan ineficiencias. En mi opinión, el objetivo final no debe ser recortar plantilla, sino disparar la productividad y, de hecho, contratar a más gente. Si antes entregabas al cliente diez contenidos, ahora tendrás que entregarle 100". El desafío está en la nota media, que subirá sin ninguna duda impulsada por el algoritmo. "Para destacar ya no bastará con ser bueno porque bueno será casi todo el mundo. Tendrás que ser excelente", alega.
Ojos de inversor
Lanai no rehuye un equipo o una buena idea, incluso si lo que tiene el emprendedor es una mera presentación. El factor empresario convierte a Ferreiro a la vez en un buen juez del capital riesgo al que parcialmente pertenece y cuya narrativa se niega a edulcorar. "Si levantas una ronda eres noticiable y tu familia está orgullosa, los eventos parecen orientados a seducir a los fondos y lo peor es que en muchos casos no necesitas recursos para ir armando tu negocio. Las rondas se han convertido erróneamente en la meta, cuando la verdadera misión es vender un producto y conseguir clientes".
Así describe el socio director de Lanai el círculo tóxico que esconden estas dinámicas. "Levantar una ronda incrementa extraordinariamente la presión. Ganas la liga y te piden ganar la Champions. Lo normal es que falles. Poquísimas startups viven de su cuenta de resultados y entonces se exponen a que el inversor desaparezca cuando pierda la fe en el proyecto. Esta es la cruda realidad del venture capital". Parece obvio preguntar a Ferreiro si Lanai entra o no en el mismo saco. "Cuando estás en la rueda es difícil diferenciarse, aunque al tratarse de fases más iniciales lo nuestro se basa sobre todo en escoger a ciertos emprendedores y aguardar a que alguno dé el retorno esperado. Noto en cualquier caso un contexto complicado: las valoraciones iniciales están más altas que nunca, mientras que en las fases avanzadas ocurre al revés. Y de nuevo me parece un fallo: si un fondo te pone diez millones en vez de ponerte dos, va a pedirte muchísimo más".
Atrapados en la Trump-a
Sin ser un experto en política, a Ferreiro no se le escapa la inquietud traída bajo el brazo por Donald Trump, por segunda vez presidente de EEUU. Se dibuja en el horizonte una tormenta perfecta que "penaliza a las bolsas, disminuye las valoraciones en las salidas al parqué y lastima el importe de las rondas". Es probable -apunta- que los LPs (limited partners, quienes ponen el dinero en los fondos) pierdan interés por el venture capital "porque el retorno será menor". Ni siquiera el propio ecosistema estadounidense se libra. La guerra abierta por Trump con universidades con tanto pedigrí como Harvard es un misil contra los equipos de investigación, las patentes que salen de esas instituciones y las spinoffs que cada año ponen sobre el tablero a nuevas startups con un elevado componente tecnológico.
En España, continúa, no se observan grandes déficits. "Nuestro peso como ecosistema equivale más o menos a nuestro papel global como cuarta o quinta economía de la UE. La única ventaja que quizás no sabemos aprovechar del todo es el atractivo del país para absorber talento; harían falta medidas fiscales similares a las que en su día implantaron Irlanda o Portugal. Un profesional centroeuropeo de primer nivel siempre se sentirá atraído por esta calidad de vida. Y ya hemos demostrado que se puede ser un actor global montando una empresa desde Barcelona o desde Cuenca".