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Openchip, la Nvidia de Europa

La empresa catalana de chips para supercomputadores cuenta con el respaldo sin fisuras de las administraciones públicas, que han inyectado en sus arcas 121 millones para contribuir al mandato de la soberanía tecnológica en Europa.

Francesc Guim  y Marc Fernández, CEO y director general de Openchip.
Francesc Guim y Marc Fernández, CEO y director general de Openchip.Gorka LoinazAraba Press
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Una obsesión resuena en los pasillos del entramado político europeo. Es como si, de repente, Bruselas, todas sus instituciones, los gobiernos nacionales y el tejido empresarial se hubiesen despertado siendo el emperador de Hans Christian Andersen. Donde unos y otros admiraban un elegantísimo vestido, resulta que no había nada. La UE estaba desnuda y al descubrirse a sí misma expuesta a los elementos no ha podido reprimir un grito: ¡soberanía tecnológica!
La encrucijada es tremenda. Ya se sabía que China era la fábrica mundial, a menudo brazo ejecutor de soluciones ideadas en Occidente, pero el país atraviesa hoy una nueva fase innovadora donde sus marcas no son sucedáneos, sino auténticos competidores de cualquier producto elaborado en las fábricas de las primeras economías planetarias. Si Elon Musk dispone de la hoy sufriente Tesla y Europa lo fía todo a la potencia menguante de su guardia pretoriana (Volkswagen, Stellantis, Renault), China pone sobre la mesa a BYD,NIO, Xpeng y la ex británica MG. Esta secuencia admite paralelismos con los fabricantes de smartphones, objetivos fotográficos y bicicletas eléctricas, por citar sólo tres casos.
Desde el otro extremo del sándwich, Donald Trump, cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos, aprovecha su vuelta al poder para declararle a los europeos una guerra arancelaria. Esta afrenta se suma a un inmenso condicionante previo: la UE, sus ciudadanos, sus empresas, sus creadores de contenido y sus políticos viven instalados en una dependencia monumental de las big tech fraguadas o radicadas en California.
¿Qué organización no recurre a Gmail, o al paquete de Microsoft Office, o a una vídeollamada de Meet o Teams, o a la compra de iPhones para sus altos cargos? ¿Cuántos individuos con pasaporte europeo se conectan semanalmente a Amazon para adquirir cualquier objeto imaginable? ¿Cuántos estudiantes se entregan a la IA generativa de OpenAI (ChatGPT) para preparar sus trabajos? ¿Acaso nadie usa redes sociales como Facebook o Instagram? ¿No se ha convertido WhatsApp en el canal comunicativo predominante?
¡Soberanía tecnológica!, exclama desgarrado el emperador de Andersen, alegoría de la independencia que de repente ansía la UE. El eco de esa voz lo han recogido diversos proyectos. El más conocido es Mistral, el gran modelo de lenguaje (LLM) creado en Francia. Aunque el vínculo de sus promotores con Silicon Valley sea innegable, la iniciativa no deja de ser europea. En España, ese guante lo recoge, entre otras, la catalana Openchip, fundada en 2024 y dirigida por Francesc Guim (CEO) y Marc Fernández (director general).
Openchip se dedica al diseño de chips aceleradores destinados a nutrir el cerebro de los supercomputadores (HPC) y los centros de datos desplegados en torno a la IA (inteligencia artificial, machine learning, deep learning). La ventaja de su propuesta es que se articula a partir de una arquitectura abierta: "Es como la revolución que propició Linux, pero desde la perspectiva del hardware", explica Fernández. "El planteamiento alentado desde Europa es que haya distintos actores encargándose de las diferentes piezas del puzzle. Es una filosofía más modular, de componentes que pueden intercambiarse y hablar entre sí".
Guim esclarece las complejidades de este mundillo tan ajeno al lector medio. "El lenguaje que usan los procesadores es un juego de instrucciones. A nivel global, hay tres tipos de instrucciones: están las que usa Intel (x86), están las de la británica ARM y está la tercera vía de RISC-V, un lenguaje abierto que no está ligado a ninguna compañía, como si fuese el esperanto de los procesadores. En términos geopolíticos esta alternativa es muy importante, ya que RISC-V no queda sometido a ninguna jurisdicción específica. Intel podría llegar mañana y decirte que ya no estás autorizado a utilizar su lenguaje".
De hecho, Guim proviene de Intel, donde trabajó 17 años. "La soberanía tecnológica no sólo es un objetivo alcanzable, es un imperativo para Europa. La UE está muy capacitada para desarrollar tanto sus procesadores como su software. Puedes tener un coche de Fórmula 1, que es donde están actualmente las big tech norteamericanas, pero también puedes empezar con un utilitario suficientemente bueno al que poco a poco se le añadirán piezas hasta alcanzar el rendimiento óptimo", ilustra el CEO de Openchip. "Las gigafactorías han de materializarse en Europa con dinero europeo. Si miras lo que cuesta un rack, por cada millón invertido, 800.000 van a parar directamente a Nvidia, cuya gestión de nuestros datos, además, ignoramos. NdR: [un rack es un sistema de estanterías utilizado para almacenar y organizar celdas de batería]".
Recuerda Fernández que, al igual que otros players de la tecno-Europa que viene, Openchip bebe del acervo comunitario. Traducida, esta premisa se plasma en dos garantías: "el respeto a los derechos del ciudadano –una praxis que coloca en primer plano la privacidad, "a diferencia de lo que ocurre en EEUU y China"–, y la sostenibilidad, "que no interese sólo la capacidad de cálculo, que se analice también el impacto en el medio ambiente".

¿La sombra de la polémica? Protagonizar un arranque rutilante es muy difícil en la esfera del hardware (aunque Openchip también trabaja el software). El hecho de que la startup catalana haya recibido del Gobierno central una subvención de 111 millones de euros (ampliables hasta 138) y de que la Generalitat le haya prestado otros 10 millones ha despertado suspicacias en algunos medios, que denuncian un trato de favor hacia una firma que aún no factura nada y que emplea como vicepresidenta de Alianzas Estratégicas a Therese Jamaa, pareja del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares.
Jamaa presenta una buena hoja de servicios: durante 11 años fue directiva de Qualcomm, trabajó en Vodafone, fue manager general de GSMA (Mobile World Capital) y durante año y medio ejerció de vicepresidenta de Huawei España. "Todos los miembros del equipo ejecutivo están aquí por méritos propios y Therese acredita una carrera exquisita", argumenta Guim. "Desde el primer minuto de Openchip hemos pedido a las autoridades que nos dejen seguir los pasos que consideramos necesarios para terminar siendo la Nvidia europea. Ni el Gobierno central ni el catalán han interferido. Este es un proyecto de país", añade Fernández.
Hoy, la firma cuenta con 150 profesionales y aspira a cerrar el año con 250 en plantilla. A pesar de que se prepara una ampliación de capital, la financiación está garantizada hasta julio de 2026, momento en el que se dispondrá de un primer chip para probar el software de elaboración propia y allanar el terreno al hardware ya comercializable que se lanzará a finales de 2027. Por supuesto, habrá una iteración y el ‘coche utilitario’ mejorará su rendimiento hasta parecerse un poco más a la F1 californiana.