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Zoología

Inteligente y solitario: al tapir malayo le cuesta encontrar pareja y reproducirse

La primera cría de tapir de España, una especie en grave peligro de extinción, ha nacido en un zoo malagueño gracias a que sus padres se gustaron

Cría de tapir nacida en el Bioparc de Fuengirola (Málaga).
Cría de tapir nacida en el Bioparc de Fuengirola (Málaga).BIOPARC
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Inteligente y solitario, al tapir malayo -en grave peligro peligro de extinción- le cuesta encontrar pareja: "Es muy selectivo a la hora de buscar compañero y no intima con cualquiera". Así que ver nacer una cría en cautividad es "un hito histórico para la conservación de esta especie", explica a EL MUNDO Javier Vicent, responsable del Área de Zoología de Bioparc Fuengirola, donde el sábado nació el primer tapir de España.

El nacimiento tuvo lugar durante la madrugada del 29 de marzo, tras 424 días de gestación (más de trece meses), y cobra aún más relevancia si se tiene en cuenta que en la última década solo ha habido 24 nacimientos en centros de conservación de todo el mundo, incluida la del joven tapir malagueño.

Esta especie de herbívoro, al que muchos confunden por su aspecto con alguna subespecie de oso hormiguero, lleva en la tierra desde hace más de 50 millones de años y tiene en el caballo, el rinoceronte y el hipopótamo a sus parientes cercanos, explican desde el centro malagueño.

Actualmente quedan algo menos de 2.500 ejemplares de tapir, señala Vicent, 45 de ellos en zoológicos que trabajan en su protección a través de un programa de conservación creado expresamente para "una especie de la selva profunda que tiene un comportamiento muy particular", precisa.

Sin feeling, no hay cópula

"La reproducción del tapir es difícil", asegura el especialista a EL MUNDO, porque, "aún teniendo la suerte de contar con un macho y una hembra en el centro, a veces la pareja no se gusta y se limitan a ser compañeros de piso". Afortunadamente, "el feeling entre Mekong y Rawa ha sido muy bueno desde el primer momento y fruto de ello hoy tenemos a la cría", añade.

El comportamiento de los tapires con el sexo opuesto es más similar al de los primates, que están en el top de la clasificación de las especies según su inteligencia, que al de otros mamíferos en los que el cortejo sexual en la época de celo suele terminar en cópula, explica Javier Vicent. Los tapires, por el contrario, son muy especiales a la hora de elegir pareja y esto no le viene muy bien a una especie que está en riesgo de desaparecer desde hace más de tres décadas, precisa.

Cuando Mekong, el macho, llegó a Bioparc, donde ya vivía una hembra, Rawa, los especialistas del parque los presentaron cuidadosamente y cruzaron los dedos para que se gustasen. No era la primera vez que en el centro ha convivido una pareja de tapires que, aunque se caían bien y compartían el espacio sin mayor problema, "pasaban el uno del otro. Se comportaban como compañeros de piso y nunca llegaron a mostrar interés sexual entre ellos", relata Vicent.

Así que,cuando la pareja comenzó a jugar, surgió la esperanza. Mekong y Rawa correteaban alegremente, se perseguían el uno al otro, se mordisqueaban las patas cariñosamente e incluso se lanzaban en bomba a la charca. Y en Bioparc empezaron a verlo claro: había química entre ellos. El amor estaba en el aire.

Dos años después de aquella presentación formal, Rawa ha alumbrado una bonita cría de hocico pronunciado y pelaje oscuro con manchas de color blanco que parecen dibujadas sobre su cuerpo. Unas marcas que con el tiempo evolucionarán hasta darle al joven tapir su aspecto definitivo, mitad blanco y mitad negro, un colorido muy útil para que un animal que puede alcanzar fácilmente los 300 kilos pueda camuflarse en la selva profunda, su hábitat original, donde la espesa vegetación mitiga la luz generando claros y sombras, y donde más que ver, es necesario oír y oler.

"Tanto la cría como la madre, que es primeriza, están perfectamente", asegura el responsable del equipo de zoología de Bioparc. "Desde el primer momento la cría ha sabido cómo mamar para alimentarse, algo clave para su crecimiento", apunta Vicent, y "la madre la está cuidando muy bien. La lavó nada más nacer y no se separa de ella", comenta.

Hoy, todo el equipo del parque está volcado en seguir la evolución del recién nacido, aunque aún no lo han pesado y ni siquiera saben si es macho o hembra, aclara Vicent, que insiste en que conviene "dejarles espacio para que se adapten el uno al otro".

Miopes, pero de oído y un olfato fino

Los tapires son miopes, no tienen el sentido de la vista muy desarrollado, probablemente porque en la selva no lo necesitan. En cambio, se camuflan muy bien y tienen un olfato muy fino, de modo que cualquier interacción de los humanos con la cría antes de tiempo podría provocar un rechazo por parte de la madre. "Esto sería fatal y no queremos arriesgarnos a que algo salga mal", sentencia el responsable de Zoología del parque malagueño. "Ahora lo importante es que la cría coja peso y que la madre la siga atendiéndo como ha hecho hasta ahora. Tiempo habrá de conocer su género", subraya.

Catalogado por primera vez como especie en peligro de extinción en 1986, la pérdida de hábitat disponible, la fragmentación del restante y la creciente presión de la caza furtiva están entre las causas que lo han colocado en esta delicada situación.

En el caso de las crías, cabe destacar que son muy apreciadas entre los contrabandistas de animales y su piel se cotiza al alta en el mercado negro. Además, son un recurso alimenticio más para las poblaciones vecinas y el número de tapires ha disminuido un 50% en los últimos 30 años, según las estimaciones realizadas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). De manera que, con una población estimada de menos de 2.500 ejemplares en la naturaleza, "cada nuevo nacimiento supone una esperanza para la supervivencia del tapir malayo", destaca este experto en zoología

A día de hoy, las cuatro especies de tapir que habitan el planeta, entre ellas el malayo, están en peligro de extinción y "su mayor amenaza es el ser humano", recalca el responsable de zoología del Bioparc, donde trabajan en su conservación desde 2003 y hoy es el único parque zoológico español que acoge esta especie protegida.

En esta esta iniciativa de conservación, impulsada por la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA, por sus siglas en inglés), participan un total de 23 centros, entre los que se encuentra el malagueño, el único de España dentro del programa.