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Veremos cómo evoluciona la cosa en los próximos días pero, de entrada, los mercados bursátiles han encajado con notable sobresalto y disgusto la guerra arancelaria ... desatada por Donald Trump. Las caídas generalizadas han recorrido los cinco continentes y es evidente que, más pronto que tarde, habrá un efecto rebote pero el mensaje hasta la fecha es claro:no ha habido un aplauso mundial a la decisión unilateral de la Casa Blanca en un mundo donde la globalización rige no solo las relaciones comerciales sino también el mundo financiero.
Si nos guiamos por el tópico, esos batacazos de los índices bursátiles han hecho un poco menos ricos a los más ricos, pero eso cambió hace décadas. Las bolsas son ya un parque gigantesco de capital que incluye el de pequeños, medianos, grandes y colosales ahorradores e inversores. También, por supuesto, de especuladores, pero igualmente lo que pase con las cotizaciones afecta directamente a quienes no están en las bolsas. Que se lo pregunten estos días, por ejemplo, a los clientes y empleados de los bancos, que están siendo los grandes 'paganinis' de los aranceles:el personal de las entidades empieza a temer que la prolongación de las caídas en el tiempo pase factura a sus empleos, mientras que las entidades repercutirán la devaluación en la concesión de préstamos, ya sea subiendo tipos o endureciendo las exigencias a quienes pidan financiación.
Si hablamos de las empresas que colocan en el mercado productos con materias primas o procesos de transformación realizados en los países castigados por los aranceles, el daño es inmediato y de grandes proporciones. ¿O alguien cree que los vendedores de material deportivo de alta gama confeccionado en Asia no van a subir sus precios para compensar el repunte de aranceles?
Donald Trump tomó una medida unilateral que formaba parte de su programa y que iba encaminada a satisfacer a esa masa de votantes convencida de que para hacer a Estados Unidos grande otra vez había que encoger al resto del planeta.
Quizás habría sido necesario explicar a esos ciudadanos que si EE UU es grande, que lo es, y mucho, es precisamente porque tiene una economía basada en las relaciones con el resto del planeta. Los casos de autarquía exitosa se cuentan con los dedos de la mano... de un manco. Miremos a China, cuya economía ha crecido de forma sostenible desde el día en que abrió las puertas a la entrada de capital y salió al mundo a hacer lo propio.
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