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las consecuencias de la dana
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mazón, un minuto antes

El registro de llamadas de Pradas aproxima aún más el foco sobre el presidente de la Generalitat, puesto que revela que ni estuvo informado como aseguró, ni mostró preocupación por lo que estaba ocurriendo

Mazon
Miquel Alberola

Carlos Mazón ha estado jugando con cierto éxito al escondite desde el 29 de octubre, cuando la comunidad que preside sufría el peor desastre natural contemporáneo con 228 muertos y miles de víctimas. Ha jugado al gato (de Schrödinger) y al ratón (de Skinner) protegiendo su ausencia durante esas horas claves en las que se escondió de la responsabilidad de su cargo bajo un sombrajo que no han logrado derribar la presión de la opinión pública, la indignación de la calle ni la erosión política. Unas horas en las que urgían el liderazgo y las decisiones para salvar vidas mientras la consejera de Emergencias, Salomé Pradas, estaba atrapada en la irresolución. El registro telefónico aportado por Pradas al juzgado de Catarroja da cuenta ahora de su desesperación por contactar con el presidente de la Generalitat y, en la misma medida, de la pasividad de Mazón en unos momentos en los que proliferaban los problemas graves producidos por la dana. Estos nuevos datos añaden información relevante sobre el drama que iba conociendo en tiempo real la responsable de Emergencias y el desinterés de su superior por unos acontecimientos, cuyo riesgo había despreciado la Generalitat pese a los avisos de Aemet, mientras el sector turístico trataba de mantener intactas sus expectativas en el puente de Todos los Santos.

El registro de llamadas aproxima aún más el foco sobre Mazón, puesto que revela que ni estuvo informado “en todo momento”, como aseguró en sus múltiples y variables versiones, ni mostró preocupación por lo que estaba ocurriendo ante la interlocutora que mejor información le podía suministrar. El presidente rechazó varias veces las llamadas de Pradas y ni siquiera las devolvió. Eran las horas de El Ventorro.

Los insistentes requerimientos de la consejera, que se tiene por “una ignorante” en la materia del departamento que dirigía, solo encontraron respuesta cuando el Cecopi ya estaba constituido. Mazón le dedicó dos minutos y después, más llamadas sin respuesta. El apagón de Mazón duró casi una hora y 15 minutos. Era el período más crítico de la tarde: la gente se ahogaba con los pulmones llenos de barro. Curiosamente, Mazón llamó a Pradas a las 20.10, un minuto antes de que el Cecopi lanzara “de una puta vez” el mensaje de Es-Alert. El hecho de que la Generalitat haya salido apresurada a negar que esta llamada fuera para autorizar el lanzamiento de la alerta, “porque no se articuló, ni muchísimo menos en un minuto”, se explica por sí mismo. Afirma más que niega. Sobre todo, tratándose de una organización tan vertical y con un presidente tan propenso a protagonizarlo todo, incluso su ausencia. Los hechos aprietan al presidente. Lo apuntan. Como el oportuno borrado de las imágenes de las cámaras del Palau de la Generalitat del día que asegura que se encontraba en sus dependencias y que pedía la oposición. Mazón, con una sonrisa defensiva cada vez más ofensiva, huye hacia adelante, pero la investigación judicial y el cruce de datos y declaraciones lo van acorralando a cada nuevo detalle. Ahora se sabe también que tanto Pradas como el presidente de la Diputación de Valencia, Vicent Mompó, hablaron con él sobre el contenido de la alerta que había que mandar a la población. Una conversación que lo sitúa en el centro de la decisión del envío de la Es-Alert que niega y que, más allá de las responsabilidades políticas, podría tener consecuencias penales por los homicidios imprudentes de aquella terrible tarde en que una sobremesa fue más importante que tratar de salvar a 228 personas.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.
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