Se ha dicho que los pesimistas miran tanto al pasado que ignoran el presente, y los optimistas miran tanto al presente que ignoran el pasado. Ambos se equivocan. El pasado explica mucho el presente, pero sin absolutizarlo. De ahí, que al hacer balance de una persona su pasado explica algo de su presente, pero no todo.
Juan Pablo II, por ejemplo, no puede prescindir de sus raíces polacas, Benedicto XVI tampoco de su pasado académico y Francisco, fallecido este lunes en el Vaticano, de su pertenencia a la Compañía de Jesús y de sus vicisitudes argentinas. Cuando falleció Pablo VI se buscó un sucesor que, en primer lugar, no fuera italiano, subrayando así que la Iglesia es católica, o sea, universal. Y se encontró una figura joven, enérgica, de lealtad ejemplar, que además venía del otro lado del telón de acero, de esa Iglesia perseguida a la que se debía un reconocimiento.
Cuando murió Juan Pablo II lo decisivo para elegir a Benedicto XVI, por paradójico que parezca, fue la continuidad: el hecho de que había sido un colaborador estrecho de Juan Pablo II. ¿Y qué perfil se buscaba en la elección de Francisco? Se buscaba un pastor cercano a su pueblo, a ser posible de un área geográfica nueva. Y así se dio con el cardenal Bergoglio, que contaba con una larga experiencia en Buenos Aires.
Las dos estrellas polares de su Pontificado han sido los pobres y la familia. A esta última dedicó un año internacional, una exhortación apostólica (Amoris laetitia), dos sínodos y multitud de referencias en su enseñanza. Aunque la prensa se hará eco de algunas manifestaciones paralelas LGTB, lo cierto es que el Pontífice alentará a fieles y pastores a la dedicación de tiempo y esfuerzos a la atención de los matrimonios y familias tradicionales que procuran vivir su fe. Con mayor motivo, si ese empeño se desarrolla en medio de dificultades en un ambiente cultural opuesto a los principios de la antropología cristiana.
Su especial atención a los pobres tuvo multitud de manifestaciones. Basten dos ejemplos: el mensaje de Francisco en la VII Jornada Mundial de los Pobres (19 de noviembre de 2023) y la encíclica Fratelli tutti.
En el documento de 2023 se leía algo que ha sido una constante en su Pontificado: "Vivimos un momento histórico que no favorece la atención hacia los más pobres. La llamada al bienestar sube cada vez más de volumen, mientras las voces del que vive en la pobreza se silencian... Los pobres se vuelven imágenes que pueden conmover por algunos instantes, pero cuando se encuentran en carne y hueso por la calle, entonces intervienen el fastidio y la marginación. La prisa, cotidiana compañera de la vida, impide detenerse, socorrer y hacerse cargo de los demás. La parábola del buen samaritano (cf. Lc 10,25-37) no es un relato del pasado, interpela el presente de cada uno de nosotros. Delegar en otros es fácil; ofrecer dinero para que otros hagan caridad es un gesto generoso; la vocación de todo cristiano es implicarse en primera persona".
La encíclica Fratelli Tutti resultó moderadamente polémica. Para algunos, es la mejor encíclica social de la historia. Para otros -menos-, un manifiesto político de alguien que debe ser neutral. Permítaseme acercarme al documento dejando al margen las pasiones y guiándonos por la inteligencia, precisamente porque contiene su testamento espiritual y su legado más evidente. En rápida sucesión aborda temas muy variados; la pandemia, la guerra, la especulación financiera, el nacionalismo, la pena de muerte, la política, el holocausto judío, la política y un largo etcétera. Sobre la guerra, parece eliminar la idea de una "guerra justa", cuestionada desde Juan XXIII en adelante. Para Francisco: "Jamás la guerra". Entre otras cosas, porque "no es un fantasma del pasado", sino una amenaza "constante". Respecto a la política, cuando se basa exclusivamente en el mercado o en el populismo, se degrada. Lo cual no significa -como algunos dicen- que "todas las ganancias son obscenas y todas las pérdidas, castas".
Hizo un notable esfuerzo para actualizar la doctrina social de la Iglesia. Laudatio si, es un gran documento ecológico en el que se califica de "bien para la humanidad" la sincera exposición de los desafíos ecológicos que derivan de las convicciones religiosas".
En Laudatio si -como dije en otro lugar- no solamente se contiene un grito de alarma hacia la paulatina erosión del planeta por una descontrolada actividad humana, también se reafirman problemas de "ecología humana" y "ecología integral", tan cercanos al Magisterio de la Iglesia como la función social del derecho a la propiedad privada, que "no es absoluto o intocable", pues está sometido a la "hipoteca social" de la que habla Juan Pablo II; el respeto a la vida, "en la que no parece muy compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto"; el rechazo del relativismo, que corrompe a la cultura "cuando no se reconoce ninguna verdad objetiva y que hace de las leyes imposiciones arbitrarias" o el peligro de una guerra química o nuclear que aún se cierne sobre la humanidad. Su día de ayuno en toda la cristiandad plantando cara a Estados Unidos y Francia cuando la invasión militar de Siria estaba en marcha tuvo un resultado imprevisto: la aparición del presidente Putin proponiendo moderación y planteando como alternativa la destrucción del arsenal químico de Bashar Asad. El mundo entero suspiró aliviado.
Desde Washington, la trayectoria del Papa argentino se analizaba con especial atención, ya que estaba cerca la visita de Obama al Vaticano. Por entonces, Obama devolvía el texto de un delicado discurso político a su redactor con una sola anotación a mano: "Citar al Papa Francisco". El presidente afroamericano sabía muy bien que el 85% de los católicos de Estados Unidos y casi el 70% de los que no lo son, tienen una visión favorable del Papa. Su valoración era superior a la máxima que tuvo Benedicto XVI -un 83 % en 2008, tras su visita a Washington y Nueva York-, aunque sin llegar a los niveles de Juan Pablo II, que superó en varios momentos el 90%.
Sin incidir en confusiones, invitó a los líderes israelí y palestino a rezar por la paz en los jardines vaticanos. Se trataba de dar un respiro a la diplomacia, sacar la cuestión de la paz en Oriente Próximo de las reuniones políticas -donde languidecía desde 1948- y desplegar la principal arma de las religiones: la oración.
Ciertamente, la paz no depende solamente de la oración. Pero desde luego crea un clímax favorable a ella. Cuando todo el proceso de paz en Oriente Próximo estaba en coma, lo único que quedaba es rezar. Así procedió Francisco. "Mover montañas" es lo que se necesita en Oriente Próximo. Las montañas del odio, del cálculo político y de la violencia. Y esto solamente es posible con fe.
En fin, como todo Papa sufrió contradicciones. Entre otros, "fuego amigo" de ciertos grupos reducidos, dentro de la Iglesia. En mi opinión, cuando se escriban biografías serias sobre el "Papa de los pobres", podrán enjuiciarse esos sucesos. Y se dictaminará si conviene escribirlos en el texto de su historia, o más bien se perderán en la letra chica de sus notas.
Rafael Navarro-Valls, es catedrático, académico y presidente de la Conferencia Permanente de Academias Jurídicas Iberoamericanas.