Pese a que la reglamentación indica que debe aparecer en errores claros y manifiestos, el VAR se sigue utilizando de manera aleatoria en la Liga, como se vio una vez más en los últimos partidos del Barça y el Real Madrid. Ya son casi siete temporadas desde la instauración de la tecnología, pero tanto futbolistas como aficionados siguen confundidos con su aplicación. Mientras que en Montjuïc la parroquia blaugrana se quedó atónita e indignada tras la visita al monitor de Pulido Santana, al cambiar un posible penalti a favor por una falta en contra, en el Bernabéu se felicitaron por el silencio desde la sala VOR que protegió los errores de González Fuertes.
Hasta dos minutos se pasaron los jugadores del Leganés reclamando al árbitro asturiano que la acción de Óscar sobre Güler, en el minuto 30, no era penalti. Algunos con los brazos en la cabeza, otros en alto, pero todos protestando la jugada en vano. Ya estaba tomada la decisión por el colegiado, en una posición inmejorable para ver la jugada. Ya no había vuelta atrás. Ese mínimo contacto entre ambos jugadores, habitual en casi cualquier jugada de fútbol, fue argumento suficiente para que el VAR se inhibiese, escudado en los márgenes de la norma.
Al técnico pepinero, Borja Jiménez, se le llevaban los demonios en la banda revisando la acción en su propia pantalla, las mismas imágenes de las que disponía la sala VOR para constatar que se trataba de un fallo claro y manifiesto. Ni Iturralde González, ni Estrada Fernández, ni Pérez Burrull, ni Urizar Azpitarte y tampoco Parajes Paz. Ningún analista arbitral vio penalti. Otra contradicción en el uso del VAR.
La polémica no acabó con el gol desde los once metros de Mbappé. Recién estrenada la segunda parte, con empate a dos, Diego García tuvo una ocasión inmejorable para avanzar a los visitantes, pero el contacto por detrás dentro del área sin opción de jugar la pelota de Bellingham le hizo rematar mordido. Reglamento en mano, penalti y roja, como así opinaron distintos especialistas arbitrales en los medios.
Fue una jugada rápida, difícil para el ojo humano en directo. González Fuertes paró el juego para escuchar si desde el pinganillo Melero López le advertía de alguna acción punible, apenas 20 segundos de suspense antes de que Lunin sacara de puerta. El árbitro remató su noche aciaga en el Bernabéu con otro error claro, aunque en este caso no era acción de VAR. Mbappé marcó el gol del triunfo madridista gracias a una inexistente falta pitada de Renato Tapia a Rodrygo.
Caliente por el arbitraje que había tenido el eterno rival, la afición barcelonista respondió indignada al día siguiente ante la primera decisión del colegiado, presuntamente en contra, que recibieron contra el Girona. En principio se pitó falta favorable al Barça en la frontal, limítrofe con el área, de Asprilla, sin protesta y resignado tras derribar a Fermín.
Tras comprobar el VAR que la acción había sido en el área, la señalización anterior no tenía validez y Pulido Santana tuvo que determinar en el monitor si había o no pena máxima. Casi tres minutos después de deliberar, el canario decretó falta a favor del Girona. Pitos del respetable e incredulidad de Fermín ante el giro de guion.
“Estoy delante de la pantalla. Vale, efectivamente es el atacante el que le da al defensa, por lo tanto voy a señalar falta en ataque”, se oye decir a Pulido Santana tras un silencio inquietante de los miembros del VAR, encabezados por Figueroa Vázquez. Lejos de aclarar la jugada, el audio publicado por la Federación alimentó más la polémica.
“Surrealista. Increíble. Negligente. Preocupante. El audio del VAR es un nuevo escándalo”, denunció Estrada Fernández, que se preguntó en X si el diálogo entre el árbitro y la sala VOR fue editado. La jugada no trascendió porque el Barça acabó goleando al Girona, pero el VAR, o al menos su aplicación, tuvo de nuevo su cuota de protagonismo. Un día más de confusión en la oficina, es decir, en la sala VOR