Fuerteventura, la isla que se preparó para una guerra que nunca llegó

En plena Segunda Guerra Mundial, la antigua Maxorata se blindó ante una invasión británica que nunca ocurrió. Hoy, sus búnkers abandonados son cicatrices silenciosas de una historia casi olvidada

Búnkeres de Fuerteventura de la Segunda Guerra Mundial

La Provincia

Las Palmas de Gran Canaria

En una época marcada por el miedo, la estrategia y la tensión internacional, Fuerteventura se convirtió en un enclave crucial. Aunque nunca fue bombardeada ni ocupada, la isla fue testigo silencioso de una amenaza real: la posible invasión británica durante la Segunda Guerra Mundial.

La sombra de la Operación Pilgrim, un plan militar británico que buscaba tomar el control del archipiélago canario, puso en alerta al régimen franquista. Sin apenas medios ni recursos, España recurrió al apoyo de la Alemania nazi para levantar una red de defensas a toda prisa. En el norte, la Batería de Corralejo; en el sur, la de Matas Blancas. Cañones oxidados, búnkers de cemento y kilómetros de pistas militares aún susurran lo que pudo haber sido.

La idea de Churchill era clara: frenar a las fuerzas del Eje desde el Atlántico, usando Canarias como cabeza de puente. El primer objetivo era Gran Canaria, y tras la rendición de Tenerife, las tropas británicas se desplegarían en Fuerteventura y Lanzarote.

Pero el plan nunca se activó. Aunque la amenaza era real, la historia tomó otro rumbo. Mientras tanto, en la isla se instalaban baterías antiguas y se trazaban estrategias defensivas con más voluntad que capacidad.

Fortificaciones sin futuro

En 1941, el capitán alemán Krauss diseñó un informe detallado sobre cómo defender Canarias. Se propuso una red de búnkers, líneas de artillería, y nidos de ametralladoras dispuestos a rechazar cualquier desembarco enemigo. En Fuerteventura, se construyeron más de 50 de estas estructuras a lo largo de la costa oriental.

Pero nunca se terminaron. La isla no tenía combustible, ni camiones, ni técnicos cualificados. Sin luz, sin repuestos, sin manos... Los búnkers quedaron vacíos. No albergaron armas. No vieron combate. No cumplieron su misión.

Hoy, muchos de esos búnkers de Fuerteventura siguen en pie, vencidos por el viento y el tiempo. Hechos con piedras locales, sus pequeñas aberturas nos hablan de vigilancia y resistencia. Uno de ellos, en Corralejo, ha renacido como símbolo: pintado de blanco, con un banco en su cima, ofrece una de las vistas más bellas del islote de Lobos.

Lo que fue un puesto de defensa, hoy es lugar de contemplación. El canal Aventuras Entresierras ha documentado estos restos de historia bélica en un emocionante vídeo que nos devuelve a un tiempo en que la guerra parecía inevitable.

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